El odio llega por resentimiento en la mayoría de los casos, pero también por el engaño de la otra parte. Por tanto, ante un creído engaño, es la mujer la que por resentimiento acentúa su odio. El hombre, menos resentido tiende a perdonar con más facilidad.
La persona odiada lo es por agresión o frustración, al descubrirse que el admirado (seguramente sin merecerlo) no responde a las espectativas o no tiene las cualidades esperadas genera cierto "repelus", denegándole de manera inflexible hasta llegar a detestarle de forma enfermiza.
Es fácil pasar del amor al odio, pero no lo es tanto al revés. El odio no nace solo del amor, sino de la amistad y del conocimiento del otro. Es necesario conocerse muy bien para odiarse y sin embargo solo crece con el desconocimiento y la preocupación de saber más sobre el otro. Llega a formar parte de cada uno de los pensamientos, de tal manera que quien odia entra en la perdida de la razón, sin embargo para el odiado reconocerlo le ayuda a planificar sus actos, predecir los acontecimientos del entorno beneficiándole y fortaleciéndole.
Por tanto mi reflexión es, que si odiamos para dañar, lo mejor es dejar de hacerlo pasando a ser el odiado.
Una reflexón explicada correctamente, aunque a mi juicio le falta algo que siempre lo tengo muy en cuenta: "Es mejor sufrir una injusticia que cometerla".
ResponderEliminarUn saludo.
Estoy contigo Eduardo. Creo firmemente que es mejor ser odiado que odiar, y no por lo malo que puedas llegar a ser, sino por la carga de maldad que tiene el odiar.
ResponderEliminarSaludos,
saludos B3n3, sabias reflexiones de los dos, estoy contigo, prefiero ser odiado a odiar, pues la carga de odiar es mas de desgate que de peso, desgate mental. Y si me odian es por que no saben hablar y explicar el por que, ya que generalmente las cosas se hacen sin maldad.
ResponderEliminarSabio, Lorenzo.
ResponderEliminarUn abrazo.