Cuando creía que me moría, cuando ya no quedaba ni esperanza de encontrar el dorado en este llamado primer mundo, cuando solo quedaba el recuerdo de los míos, lejos y casi olvidados, por fín encontré trabajo. Aquí lo llaman precario y así lo es. Mi jefe, un sinvergüenza que me trata como un esclavo, un hombre rencoroso, aprovechado e irritable, todo un "hijo de puta" con suerte, y aunque me ha dado lo que soy ahora, lo odio con toda mi alma y seguiré odiándole mientras viva.
Es un tío con suerte, cada día tenemos mas clientes en la cafetería, se ha corrido la voz, y la gente, mayoria de intelectuales de este mundo de nuevos ricos, acude porque tenemos el mejor café de la ciudad y nadie adivina que todo empezó el día que tras un enfrentamiento con él, con ojos llorosos y un nudo en mi garganta, escupí dentro de una taza llena de café antes de servirla.
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